Decir todos, nosotros, niños y otras palabras terminadas en “o” ha sido ocasión de una guerra sin cuartel.
En la actualidad, escuchamos que hay guerras en diferentes latitudes. El Mundo Árabe contra Israel, Rusia contra Ucrania, China contra Taiwán. No obstante, también estamos presenciando una batalla cultural sin precedentes. La guerra contra la “O” es una de las trincheras más visibles en este enfrentamiento ideológico. Decir “todos”, “nosotros”, “niños” y otras palabras terminadas en “O” que generalicen al ser humano, hombre y mujer, porque acá sólo conocemos esos dos sexos. “Los géneros dejémoslo para la música” decía una vieja publicidad de una bebida.
Esta guerra contra la “O” refleja una lucha más allá del lenguaje. Representa la visión de un sector de la sociedad que sabe que la clave está en la manipulación de las palabras, manifestación propia de nuestro pensamiento. La idea es clara: cambiar lo que creemos. El origen de esta guerra lingüística lo podemos encontrar en la “ideología de género”, un movimiento que pretende eliminar las distinciones tradicionales entre hombres y mujeres. Para estos “seudo pensantes”, el lenguaje es un arma de opresión que debe ser reconstruida. Por ello, palabras que usamos durante siglos y años deben ser cambiadas por no ser incluyentes y por lo visto, machista, según los autodenominados “librepensadores”. Todas las palabras terminadas en “O”, para ellos, son constructos sociales propios de un pasado patriarcal que debe ser derrocado y exterminado.
No sólo es cambiar la “O” por la “E”. Es su forma de socavar nuestras creencias.
Por supuesto, que como dice el viejo refrán “a rey muerto, rey puesto”, los autodenominados salvadores, nos terminan diciendo que las nuevas palabras a usar son “todes”, “nosotres” y “niñes”. No sólo es cambiar la O por la E. Es su forma de socavar nuestras creencias. Lo triste es que muchos cristianos han terminado cayendo en el juego de ellos. A varios he escuchado decir “todos y todas”, “presidenta” o “alcaldesa” cuando son palabras que con la sola generalidad se refiere a cualquiera: hombre o mujer. Cuando cambiamos las palabras, nos terminan cambiando la forma de pensar. Es una estrategia de ingeniería social.
La guerra contra la “O” también es un ataque a nuestra identidad cultural. El español es un idioma muy completo que ha evolucionado con unas reglas claras en cuanto a léxico y gramática a lo largo de los siglos. Cambiar nuestra cultura occidental por antojos o caprichos de “resentidos sociales” no sólo empobrece el lenguaje, sino que afecta nuestra herencia cultural. Cada vez que aceptamos o usamos palabras como “todes” o “alcaldesa” terminamos cediendo espacio. Terminamos actuando como ellos. Recuerden “Que ellos se vuelvan a nosotros y no nosotros a ellos”.
Este es un llamado para estar en pie de lucha. Por supuesto, no debemos usar las palabras que ellos quieren que usemos. El sentido común, el más escaso hoy en día, nos termina diciendo lo ridículo e insulso que se escuchan las palabras. El llamado también va direccionado a que podamos contarles a otros sobre esta batalla. A que seamos referentes en cómo hablamos y en cómo actuamos.
La guerra contra la “O” y en algunos casos contra la “E”, es, en última instancia una distracción de los verdaderos desafíos que enfrentamos. Es un intento de algunos sectores de la sociedad de, no sólo imponer su visión del mundo, sino de acabar con la cultura occidental de origen cristiano propiamente. El cristianismo, en últimas, termina siendo la barrera que impide la visión del mundo que ellos quieren. Todos los días tenemos que poner por práctica Romanos 12:2 “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”
Por Alejandro Jiménez